lunes, 12 de diciembre de 2011

Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo y Villejas fue uno de los mayores escritores y poetas del siglo de oro español (1492-1681) y de la historia de la literatura española en general.




Su leyenda como poeta y literato se vio acrecentada por su incomparable ingenio, sus despiadadas sátiras y su afilada ironía contra todo lo que el consideraba injusto o reprobable. No sólo era peligroso con la pluma, sino además con su espada, pues era un reconocido espadachín y, pendenciero como pocos, no dudó de batirse en duelo contra aquel que osara amenazarlo o desafiarlo.

Especial rivalidad mantuvo con otro grande de la literatura hispana, Góngora, pero entre las víctimas de sus ironías se encuentran la misma reina Mariana de Austria o Felipe IV, sin olvidar al Conde-Duque de Olivares.

Cuentan que en una ocasión sus amigos apostaron a que no era capaz de reprocharle a la reina Mariana su cojera.

Quevedo, dispuesto a no dejarse avasallar y a llevarse el dinero de la apuesta, se acercó a la reina con dos flores. Ante toda la corte española le dio las flores y le dijo:

Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.

Evidentemente la reina entendió la frase de Quevedo como "escoja".

En otra ocasión el rey Felipe IV intentó reconciliar a Quevedo con Montalbán (otro poeta de la época) de una de las habituales rencillas que mantuvo Quevedo con sus contemporáneos. Felipe no quería privarse de ninguno de ellos en su corte de poetas. Así pues organizó una cena entre los dos para que reinara la concordia. Parecía que todo iba sobre ruedas pues ambos escritores mostraron su disposición de agradar al rey y dejar de lado su conflicto. Sin embargo la paz no duró mucho ya que Montalbán al ver un cuadro que mostraba a un padre azotando a su hijo porque leía a Cicerón se atrevió a pronunciar:

Fuertes azotes le dan
porque a cicerón leía

Quevedo, no pudiendo contenerse terminó la redondilla improvisando:

¡Fuego de Dios! ¿Que sería
 si leyera a Montalbán?

También se atrevió a desafiar las leyes de la época. En el Madrid del siglo XVII se tenía la costumbre de orinar en plena calle (costumbre que los españoles de hoy en día, orgullosos de nuestra historia nos empeñamos en recuperar). Para evitar el mal olor y por cuestiones sanitarias se ordenó colocar crucifijos en distintos lugares de la urbe acompañados de la inscripción:

Donde hay una cruz no se orina.

Quevedo, con ganas de desahogarse y al ver que había una cruz en el lugar que había elegido se aproximó a la cruz y añadió a la frase:

Donde se orina no se ponen cruces. 

Fuentes: Mis anécdotas preferidas. Carlos Frisas.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La oreja de Jenkins

En las entradas anteriores "El lisiado que arrodilló a Inglaterra I y II" me he referido a una épica batalla que se dio entre el bando español y el británico durante la conocida como "Guerra de la oreja de Jenkins".

El motivo de este singular nombre viene dado por un incidente que se produjo entre el guardacostas español Julio León Fandiño y el capitán inglés Robert Jenkins. Julio León abordó a Rebecca (así es como se llamaba la nave inglesa capitaneada por Robert Jekins) mientras navegaba por el Caribe español e hizo preso a Jenkins. 

Julio no debía de ser un hombre muy diplomático, ya que decidió cortarle  la oreja a Jenkins como represalia, mientras le decía:

"Ve y dile a tu rey que si a lo mismo se atreve lo mismo le haré."

Este acontecimiento sirvió para que Jenkins hiciera una encendida y emotiva intervención en la cámara de los comunes inglesa, denunciando los abusos y atrocidades cometidos por los españoles en el Caribe contra los ingleses. Según la tradición Jenkins realizó su discurso blandiendo su propia oreja ante el personal de la cámara para encender su ira y lograr así que se aprobara una intervención militar contra España en el Caribe. 

Sin embargo, este incidente no fue más que la gota que colmó el vaso y una excusa para que los ingleses pudieran echar mano de las valiosas posesiones y el rico comercio españoles en centroamérica, ya que a partir de 1550 los ingleses comenzaron a ver restringidas sus opciones comerciales en el Caribe. Estas restricciones se dieron dado que las relaciones comerciales y políticas entre las dos coronas se había ido agriando con el tiempo notablemente. 

Como consecuencia de la creciente tensión ente hispanos y británicos, las luchas navales y las atrocidades cometidas entre uno y otro bando se sucedieron durante los años hasta que en 1739 se alcanzó el clímax y se desató la tormenta.

Baste para hacernos a la idea de la seriedad del conflicto el hecho de que hacia el año 1731 España había confiscado ilegalmente mas de 180 barcos británicos, cifra que iría acrecentándose con el tiempo. Los ingleses por su parte cometieron actos de piratería (o acciones corsarias según fueras inglés o español) contra buques mercantes españoles igualándose a ellos en los crímenes y atrocidades realizadas. Un ejemplo de las crueldades que cometieron fue la actuación de un capitán inglés, que tras haber apresado un navío español deja a los tripulantes dos días sin comer para después cortar la nariz y orejas de uno de ellos y hacérselas comer a fuerza de cuchillo.

Las guerras de represalias entre España e Inglaterra tuvieron una tregua hacia 1650, antes de que se desatara la gran guerra. Pero las potencias siguieron sirviéndose del servicio de bucaneros para atacar a los navíos mercantes enemigos. Consecuencia de ello fue el asentamiento firme de nuevas colonias británicas caribeñas, especialmente Jamaica y el comienzo de una época convulsa y fascinante de luchas entre navíos militares, bucaneros, corsarios y piratas del Caribe.

De esta forma la tensión entre ambas naciones alcanza un punto insostenible y en 1739 tras numerosos acuerdos y desacuerdos, el incidente de Jenkins desata una guerra que se había visto venir con transcurso de los años.


Referencias: La guerra de la oreja de Jenkins: un conflicto colonial (1739-1748). Jorge Cerdá Crespo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Palabras perennes

En la antigua Roma se producían con relativa frecuencia incidentes y enfrentamientos entre las dos clases existentes en su sociedad, los patricios (la nobleza) y los plebeyos (clase baja).

En uno de esos conflictos los plebeyos se enfrentaron a los patricios y acabaron abandonando Roma. Según la mitología latina estos plebeyos sobrevivieron gracias a la ayuda de Anna Perenna. Anna era una bruja que proporcionó alimentos a todo el pueblo para protegerlo y evitar que muriera de hambre. Los alimentos brotaban de sus cestas, las cuales nunca se agotaban por más que la gente cogiera alimentos de ellas y permanecían  repletas continuamente para cualquiera que quisiera abastecerse.

Con el tiempo Anna se convirtió en una deidad romana cuyo culto era ofrecido por los plebeyos de la ciudad.

Por éste motivo hoy día, más de 2 milenios después, para referirnos a los árboles cuyas hojas no se desaparecen en invierno utilizamos la palabra "perennes".

Otro caso similar es el de Caco. Según la mitología griega, Caco era un monstruo que se dedicaba a robar ganado y a asaltar aldeas y que habitaba en una caverna en la colina del Aventino (una de las siete colinas sobre las que mas tarde se alzaría la ciudad de Roma).

En la Eneida, Virgilio escribió que Hércules se enfrentó a Caco después de que el monstruo intentara robarle el ganado. Hércules se luchó contra  el y consiguió derrotarlo.

Por este personaje mitológico hoy  en día llamamos a los delincuentes que se dedican a robar y a asaltar "cacos".



Referencias: Roma. Steven Saylor. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

Ostracismo en la Grecia clásica

Según la RAE, la palabra "ostracismo" significa "Exclusión voluntaria o forzosa de cargos políticos" o " Aislamiento al que se somete a una persona generalmente por no resultar grata".

Esta palabra tiene su origen en la antigua Grecia, en Atenas, concretamente. Allí se tenía la costumbre de someter a referéndum la cuestión del destierro de los habitantes. Se realizaba cada cierto tiempo una consulta y si había un número suficiente de votos para alguien, la persona votada había de someterse al destierro.

El objetivo de esta costumbre era evitar el exceso de poder de los cargos civiles y asegurar que no se proclamara jamás una dictadura sin el consentimiento del pueblo. Los votos eran realizados sobre unas piezas de cerámica denominadas "ostrakon". Y de ahí viene el nombre de "ostracismo".



En ocasiones sucedía que los votos se realizaban de manera juiciosa y sin mucho fundamento por parte de los votantes. Ésto ocurrió, por ejemplo en el caso de un campesino que no sabía escribir. Harto de oírlo llamar "el justo" pidió ayuda a Arístides el justo para escribir el nombre de un tal Arístides.


Fuentes: Alcibíades, el primer griego.  Josep M. Albaigès.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Operación Felix

En 1940 Ramón Serrano Suñer (político español durante la dictadura franquista) se reunió con Adolf Hitler y parte de su plana mayor en su refugio de Berchtesgaden, conocido como "la guarida del lobo".

Allí Hitler le expuso los detalles de una operación militar crucial que habría de desarrollarse en suelo español: se trataba de la toma de Gibraltar a los británicos por parte de los alemanes. El general Jopl explicó detalladamente el proyecto militar ante la atónita mirada de Ramón.

La respuesta de España fue negativa, ante lo cual, Hitler (que en esa época no estaba acostumbrado a recibir desplantes) quedó desolado. En palabras de Serrano Suñer la reacción de Hitler fue algo así:

De las siete u ocho veces que tuve que reunirme con él fue esta la ocasión que le encontré  más parecido a un ser humano. "Bien- me dijo-, España puede tomarse algún mes más para prepararse y decidirse".


La preocupación de Hitler estaba más que justificada, ya que en caso de haber conseguido tomar Gibraltar habría logrado cortar el suministro a Inglaterra de sus colonias proveniente de Egipto. Con esto y mantener a raya con sus submarinos a los buques de auxilio americanos, habría logrado aislar a  Inglaterra y dejarla sin suministros y lista para servir.

Los ingleses, en previsión del ataque hicieron construir una intrincada red de túneles en el peñón para preparar la batalla, pero se estima que apenas podrían haber aguantado una semana la ofensiva nazi.

Sin embargo España no estaba dispuesta ni capacitada para entrar en la guerra, ya que apenas un año antes había salido de una cruenta guerra civil, así que exigió un precio desorbitado para hacer desistir a Alemania: ingentes suministros de alimento y gasolina, equipos militares y algunos territorios en el norte de África.

Así pues el intento de Alemania de hacer entrar a España en la segunda guerra mundial fracasa, y con él la opción de dar el toque de muerte a Inglaterra. La negativa de España y la ofensiva de la URRSS por el este hacen que hitler se olvide de esta opción.

Algunas crónicas narran como Hitler, en su bunquer de Berlín, bajo los bombardeos rusos y ante sus enormes mapas de batalla, murmuraba para sí mismo:

"Gibraltar, debimos tomar Gibraltar...".

Fuentes: Entre Hendaya y Gibraltar. Ramón Serrano Suñer. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Zapórogos

Los zapórogos fueron un pueblo guerrero formado en su mayoría por esclavos que huían hacia la estepa escapando de la presión feudal ejercida por la aristocracia polaca, que establecieron su sede en los rápidos del río Dnieper, para poder vivir así fuera del alcance polaco.

La mayoría de sus componentes eran civiles o esclavos ucranianos o bielorrusos, pero también acogían de buen grado a los cosacos rusos y ucranianos. Su estilo de vida se basaba únicamente en el combate,  en la vida sedentaria y el saqueo, alternando estancias en su campamento (la siech de zaporogie) con feroces combates. Estos combates y saqueos se producían o bien contra los ejércitos polacos, contra el imperio otomano o contra los conocidos como "raids" de pillaje tártaros que buscaban apresar esclavos para venderlos luego en Turquía. 

Los zapórogos no tenían una ideología definida más allá de la lucha por la libertad y en contra de la opresión ejercida por la aristocracia polaca. También se consideraban los principales defensores de la iglesia ortodoxa y odiaban y combatían firmemente todo lo relacionado con la iglesia católica.

En la vida de un zapórogo lo importante de veras era la lucha. Un zapórogo no era un hombre hasta que no hubiera luchado y derramado sangre por su pueblo y en defensa de la libertad o la iglesia ortodoxa. Sus estancias en la siech eran empleadas casi exclusivamente en beber,  divertirse, cazar  y esperar el momento del combate. De hecho ni siquiera entrenaban más allá del tiro con arco o las carreras de caballos, pues creía que el resto sólo podía ser aprendido en el momento de la lucha.  

Gogol describió la siech de zaparogie de esta forma:

Era un festín continuo, un baile que había empezado ruidosamente y no tenía fin. Algunos se ocupaban de los trabajos manuales, otros tenían tiendas y comerciaban, pero la mayoría se divertía desde por la mañana hasta la noche mientras tuviera dinero en el bolsillo y mientras el botín conquistado no pasara a manos de vendedores y taberneros. 

Curiosamente, uno de las pocos placeres de los que no disfrutaban, era de la compañía de mujeres en la siech. El campamento era dominio exclusivo de los hombres. 

Además odiaban todo tipo de estudio académico, al considerarlo una evidencia de la debilidad y la corrupción de la sociedad.

Para los zapórogos la llegada a la siech suponía desentenderse de toda su vida pasada y entregarse plenamente a las diversiones y luchas que allí se le ofrecían. Allí no se hacía distinción con las razas y todos los que llegaran con ganas de divertirse y ánimo para luchar eran igualmente bienvenidos (exceptuando a judíos y turcos). El caso de los judíos era particular, ya que se les aceptaba la entrada pero nunca se relacionaban estrechamente con los zapórogos ya que se limitaban a comerciar.

La ceremonia de iniciación consistía en lo siguiente:
-¿Crees en Dios?
-¿Crees en la Santísima Trinidad?
-Persígnate

Si las respuestas eran afirmativas y te persignabas eras aceptado y elegías el kuren (los kuren eran los grupos en que se organizaban lo zapórogos, cada uno con su jefe) que mas te gustara. 

Apenas había leyes, pero las leyes que existían eran severas. Perseguían sobre todo el robo. Robar estaba visto como un gesto de deslealtad hacia tus compañeros zapórogos y hacia la siech. Estaba castigado con recibir un número de latigazos (proporcional al robo) que podía incluso llevar a la muerte. La justicia era impartida por cada uno de los atamanes o jefes de cada kuren.

Sin embargo, la vida en la siech no siempre era mera diversión. A menudo se sucedía conflictos entre los kurens que quedaban resueltos con luchas entre ellos en la plaza central del campamento. Existía también la figura del atamán de siech, es decir el jefe supremo que comandaba los demás kurens. 

El atamán de siech no solía ostentar el mando durante mucho tiempo para evitar que se fomentaran las autocracias, dado que el valor supremo del zapórogo era la libertad. Los cambios de mando solían producirse cuando un sector de kurens se hartaban del atamán de siech y proponían a uno nuevo. Si no se llegaba a un acuerdo o el atamán se resistía a abandonar el puesto, el asunto quedaba solucionado con una pelea multitudinaria a puñetazos entre los distintos  bandos. Los que ganaban la pelea eran los que elegían atamán.

Este pueblo vivió feliz, libre y combatiendo por sus ideales hasta que los zares Pedro I y Catalina II de Rusia los persiguieron para acabar desintegrándose.


Fuentes: Tarás Bulba. Gogol.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El lisiado que arrodilló a Inglaterra (II)

En la anterior entrada me he referido a los antecedentes de la batalla de Cartagena de Indias. Y ahora me propongo explicar como se desarrolló esta feroz lucha.

Como había dicho, Vernon poseía un ejército abrumadoramente mayor que el de Blas de Lezo y utilizó una táctica militar directa, sin andarse con preámbulos. Para alcanzar la bahía que daba acceso a la fortaleza de San Felipe (último bastión que protegía la ciudad) Vernon debía tomar otras cinco fortalezas que se interponían en su camino. Estas fortalezas fueron tomadas y fácilmente cañoneadas por la innumerable artillería inglesa, y las guarniciones que las protegían tuvieron que huir antes de ser masacrados.

Por su parte los españoles trataron de frenar el avance de los barcos británicos hundiendo sus propios barcos en los canales para dificultar e impedir el acceso de las naves británicas. Pero esta estrategia no sirvió de mucho ya que los ingleses lograron cruzar y llegaron a la bahía.

De modo que ahora lo único que separaba a Vernon de la victoria era una fortaleza guarecida de 600 soldados (la mayoría españoles) comandados por "el medio hombre" como apodaban a Blas de Lezo por sus   abundantes amputaciones y heridas de guerra.

Fue en este momento cuando Vernon tomó la equivocada decisión de informar de la victoria a sus superiores en Gran Bretaña.

Por un lado, cuando tomó tierra, Vernon intentó rodear la fortaleza, lo que acabó siendo un terrible error ya que al cruzar la selva muchos de sus soldados contrajeron malaria y otras enfermedades tropicales y murieron. 

Blas no se limitó a esperar el ataque de los ingleses, sino que trazó un ingenioso plan: excavó un foso en torno a la muralla para dificultar el acceso a la misma con escalas y ordenó que se cavara una gran trinchera en zigzag para que la artillería Inglesa no se acercara lo suficiente. 

Las medidas tomadas por de Lezo y el lento avance de los británicos (dado que llevaron consigo la artillería) ralentizaron el avance e hicieron de los británicos un blanco fácil para los españoles atrincherados.

Cuando Vernon llegó a  San Felipe optó por atacar con su infantería tras haber sometido a la fortaleza a un intenso cañoneo. Craso error. Una vez más se cumplió el refrán ingles que reza:  
"Español en la mar quiero, y si es en tierra San Jorge nos proteja"
Cuando los Británicos llegaron a la estrecha puerta que defendía la fortaleza, fueron masacrados sin piedad por los 300 españoles que allí les esperaban blandiendo solo armas blancas, haciendo que las tropas británicas huyeran a sus barcos dejando tras de sí un reguero de cadáveres y sangre inglesa bajo la atónita mirada del arrogante Vernon. 

Los ingleses habían caído en todas las trampas tendidas por el almirante Blas para acabar acuchillados por los españoles. Tal descalabro desmotivó enormemente a los ingleses los cuales sucumbieron ante la última carga española y huyeron a refugiarse en sus seguros barcos.

Cuentan que lo único que acertó Vernon en pronunciar ante la evidencia de su incompetencia fue:
"God damn you lezo!".

Incapaz de asumir su derrota Vernon sometió a la fortaleza a un ultimo  intenso bombardeo antes de admitir la evidencia y optar por retirarse. Los daños sufridos por los ingleses fueron de entre 8000 y 10000 soldados,  unos 7500 heridos y la pérdida de 1500 cañones mas los daños causados en sus embarcaciones por la artillería española.

Para calmar su consciencia Vernon mandó una carta a Blas amenazándole con que volvería de nuevo  tras reparar su flota en Jamaica, a lo que Blas, irónico contestó:
"Si quieres tomar Cartagena  dile a tu rey que construya otra escuadra mayor, porque esta sólo te sirve para conducir carbón de Irlanda a Londres."

Mientras Vernon y los ingleses mordía el polvo, en Inglaterra ya celebraban con entusiasmo su victoria sobre los españoles. Pero con el tiempo empezaron a preguntarse porqué no volvía su glorioso y victorioso ejército. Las monedas acuñadas llegaron incluso a circular por España para deshonra de los españoles. Pero cuando se supo la verdad se convirtieron en motivo de mofa hacia los británicos.  La humillación fue tan grande que cuando el rey Jorge II se enteró prohibió (muy al estilos de los ingleses) que se escribiera cualquier crónica acerca de la derrota y ordenó que se retiraran de la circulación las monedas.

Sin embargo ya era tarde, y hasta hoy día han perdurado aquellas monedas como testimonio de la arrogancia inglesa fracasando ante el orgullo español.



En la actualidad a Blas de Lezo le rinde homenaje una estatua conmemorativa en Cartagena de Indias, y tanto la armada española como la colombiana poseen fragatas con el nombre del mayor almirante y uno de lo mayores héroes de la historia de España. También se le ha dado su nombre a numerosas calles de toda la geografía española (incluyendo Madrid).

Pese a esto es un personaje olvidado ya que su nombre es apenas recordado por la gente, cuando sus proezas están a la altura de las conseguidas por los mayores héroes de la historia.

El lisiado que arrodilló a Inglaterra (I)

Nacido en Guipúzcoa, Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741) fue uno de los mayores y más valientes marinos de los que España se ha servido nunca.  Tristemente hoy en día no es muy recordado (aunque gracias a artículos de autores como Pérez-Reverte empieza a ser  más conocido). 

Para hacernos idea de su magnitud como marino baste decir que con 58 años había perdido la pierna y ojo izquierdos así como el brazo derecho, participado en la guerra de sucesión española, luchado en el caribe y en el mediterráneo y atrapado y hundido numerosos barcos enemigos (destaca al asalto al barco inglés Resolution de 70 cañones, orgullo de la armada británica que acabó quemado y hundido por el vasco) ,  haciendo gala de una habilidad y un arrojo en el mar que le valieron su ascenso a comandante general de la armada en el año 1737.

Sin embargo, su mayor hazaña, por la que sería recordado en la historia no llegó hasta 1741 con la defensa de Cartagena de las Indias. En este año España estaba inmersa en la guerra conocida como la "Guerra de la oreja de Jenkins" o "Guerra del asiento" que enfrentó a España  y Gran Bretaña del año 1739 al 1748 por el dominio del caribe y por lo tanto la predominancia colonial en América. España estaba peleando por mantener su hegemonía colonial mundial contra una Gran Bretaña con medios militares superiores.

Estos medios militares constituían una gran flota comandada por Edward Vernon, James Oglethorpe, Charles Knowles y George Anson. Edward Vernon era el principal oficial Inglés y demostró su destreza en la guerra derrotando y conquistando Puerto Bello.

Después de Puerto Bello la siguiente plaza había de ser Cartagena de Indias. Esta estratégica posición estaba defendida por nuestro Blas de Lezo, y el almirante Vernon, tan  arrogante como osado, crecido por el éxito de Puerto Bello se atrevió a desafiar a Blas, a lo que el vasco contestó:

"Puedo asegurarle a Vuestra Excelencia, que si yo me hubiera hallado en Puerto Bello, se lo habría impedido, y si las cosas hubieran ido a mi satisfacción, habría ido también a buscarlo a cualquier otra parte, persuadiéndome de que el ánimo que faltó a los de Puerto Bello, me hubiera sobrado para contener vuestra cobardía".

                                                             Blas de Lezo y Olavarrieta.  

Así pues Vernon se dispuso a atacar Cartagena de Indias con un ejercito de 186 buques, 27.600 soldados y 2000 cañones. Blas, por su parte sólo contaba con un reducido ejército de 3.600 hombres y 6 barcos. Esta superioridad numérica hicieron que el imprudente almirante Vernon diera por sentada su victoria y mandó que se diera en Inglaterra la noticia de que Cartagena estaba tomada, e incluso ordenó acuñar monedas conmemorativas en su honor en las que se podía ver a Blas de Lezo arrodillado ante Vernon bajo el lema: "El orgullo español humillado por Vernon".



Sin embargo no sería precisamente el orgullo español el humillado, ya que Vernon no contaba con el genio militar y la bravura de Blas, y el curso de los acontecimientos le deparaba alguna que otra sorpresita.







Quinto, Aníbal y los bueyes.




El general cartaginés Aníbal Barca fue el más brillante y osado estratega que Cartago trajo al mundo. Durante las guerras púnicas puso en jaque a toda Roma (y por consiguiente a toda Europa) al atravesar los andes y los pirineos con un ejército de 50.000 hombres, 8.000 caballos y 37 elefantes con el objeto de invadir roma hace 2.200 años. También logró someter,  apaciguar y ampliar las regiones hispanas conquistadas por su padre Amílcar. Incluso pudo llegar hasta la misma puerta de la ciudad de Roma (el motivo por las que no la arrasó sigue siendo una incógnita) Su genio militar y su intrepidez le hicieron ganar una gloria que permanece hasta nuestros días.

De sobra es conocido el uso que Aníbal hizo de los elefantes para aplastar a sus enemigos (hasta que Escipión le paró los pies). Pero los elefantes no son los únicos animales de los que su genio se sirvió para conseguir sus propósitos.

En el año 217 a.c. el senado romano, asfixiado por las continuas derrotas militares y asustado por la cercanía de Aníbal a las murallas romanas nombra a Quinto Fabio Máximo dictador con el objeto de detener definitivamente al cartaginés.  Quinto evitó desde el primer momento un enfrentamiento directo, ya que temía la superioridad militar (especialmente a su caballería africana) y su más que demostrada eficacia estratégica. Aníbal se había convertido en un general imbatible, odiado y temido por todos los romanos, pero urgía acabar con su humillante invasión de la península itálica.  Así pues Quinto empieza una campaña de hostigamiento a sus tropas para debilitarle poco a poco y hacer flaquear las fuerzas de su imparable ejército progresivamente.                                                                       

Quinto consigue arrinconar a Aníbal en un valle en lo alto de unas montañas. Es una situación complicada para Aníbal, ya que ha de llegar lo más rápido posible a Roma y ahora está sin suministros y encerrado en un valle cuya única salida posible consiste en enfrentarse a los ejércitos consulares romanos en las estrechas salidas del valle y arriesgarse así a perder su ejército.

Sin embargo el hombre que había puesto de rodillas al imperio más potente del mundo conocido no iba a dejarse atrapar tan fácilmente. Por ello dispuso de una hábil estrategia que nadie esperaba.  Durante la noche preparó a su ejército colocando piezas de tela en las pezuñas de los caballos y bueyes para ocultar su desplazamiento a los romanos. Ató estacas de madera en los cuernos de los bueyes y se acercó sigilosamente a su enemigo. En plena noche hizo prender los cuernos de los bueyes, los cuales asustados corrieron despavoridos y en estampida hacia las legiones de Quinto. Los romanos al ver en mitad de la noche a una masa ardiente acercándose hacia ellos fueron presa del pánico. Esto y la ineptitud de Quinto al no ordenar atacar para cerrar el paso a los cartagineses hicieron que los romanos huyeran aterrados en mitad de la noche, tras lo cual al general Aníbal no le fue muy difícil hacer cruzar a su ejército por el valle y acabar con todo aquel que se interpusiera en su camino para seguir causando el caos en toda Italia.

Así fue como uno de los mayores generales de la historia logró salir de una temible trampa sin menguar apenas las filas de su ejército, escribiendo su nombre en la historia y haciendo uso de una inteligencia y una estrategia que aún hoy es admirada en todo el mundo.


Fuentes: Aníbal, el orgullo de Cartago. David Anthony Durham.