viernes, 18 de noviembre de 2011

Zapórogos

Los zapórogos fueron un pueblo guerrero formado en su mayoría por esclavos que huían hacia la estepa escapando de la presión feudal ejercida por la aristocracia polaca, que establecieron su sede en los rápidos del río Dnieper, para poder vivir así fuera del alcance polaco.

La mayoría de sus componentes eran civiles o esclavos ucranianos o bielorrusos, pero también acogían de buen grado a los cosacos rusos y ucranianos. Su estilo de vida se basaba únicamente en el combate,  en la vida sedentaria y el saqueo, alternando estancias en su campamento (la siech de zaporogie) con feroces combates. Estos combates y saqueos se producían o bien contra los ejércitos polacos, contra el imperio otomano o contra los conocidos como "raids" de pillaje tártaros que buscaban apresar esclavos para venderlos luego en Turquía. 

Los zapórogos no tenían una ideología definida más allá de la lucha por la libertad y en contra de la opresión ejercida por la aristocracia polaca. También se consideraban los principales defensores de la iglesia ortodoxa y odiaban y combatían firmemente todo lo relacionado con la iglesia católica.

En la vida de un zapórogo lo importante de veras era la lucha. Un zapórogo no era un hombre hasta que no hubiera luchado y derramado sangre por su pueblo y en defensa de la libertad o la iglesia ortodoxa. Sus estancias en la siech eran empleadas casi exclusivamente en beber,  divertirse, cazar  y esperar el momento del combate. De hecho ni siquiera entrenaban más allá del tiro con arco o las carreras de caballos, pues creía que el resto sólo podía ser aprendido en el momento de la lucha.  

Gogol describió la siech de zaparogie de esta forma:

Era un festín continuo, un baile que había empezado ruidosamente y no tenía fin. Algunos se ocupaban de los trabajos manuales, otros tenían tiendas y comerciaban, pero la mayoría se divertía desde por la mañana hasta la noche mientras tuviera dinero en el bolsillo y mientras el botín conquistado no pasara a manos de vendedores y taberneros. 

Curiosamente, uno de las pocos placeres de los que no disfrutaban, era de la compañía de mujeres en la siech. El campamento era dominio exclusivo de los hombres. 

Además odiaban todo tipo de estudio académico, al considerarlo una evidencia de la debilidad y la corrupción de la sociedad.

Para los zapórogos la llegada a la siech suponía desentenderse de toda su vida pasada y entregarse plenamente a las diversiones y luchas que allí se le ofrecían. Allí no se hacía distinción con las razas y todos los que llegaran con ganas de divertirse y ánimo para luchar eran igualmente bienvenidos (exceptuando a judíos y turcos). El caso de los judíos era particular, ya que se les aceptaba la entrada pero nunca se relacionaban estrechamente con los zapórogos ya que se limitaban a comerciar.

La ceremonia de iniciación consistía en lo siguiente:
-¿Crees en Dios?
-¿Crees en la Santísima Trinidad?
-Persígnate

Si las respuestas eran afirmativas y te persignabas eras aceptado y elegías el kuren (los kuren eran los grupos en que se organizaban lo zapórogos, cada uno con su jefe) que mas te gustara. 

Apenas había leyes, pero las leyes que existían eran severas. Perseguían sobre todo el robo. Robar estaba visto como un gesto de deslealtad hacia tus compañeros zapórogos y hacia la siech. Estaba castigado con recibir un número de latigazos (proporcional al robo) que podía incluso llevar a la muerte. La justicia era impartida por cada uno de los atamanes o jefes de cada kuren.

Sin embargo, la vida en la siech no siempre era mera diversión. A menudo se sucedía conflictos entre los kurens que quedaban resueltos con luchas entre ellos en la plaza central del campamento. Existía también la figura del atamán de siech, es decir el jefe supremo que comandaba los demás kurens. 

El atamán de siech no solía ostentar el mando durante mucho tiempo para evitar que se fomentaran las autocracias, dado que el valor supremo del zapórogo era la libertad. Los cambios de mando solían producirse cuando un sector de kurens se hartaban del atamán de siech y proponían a uno nuevo. Si no se llegaba a un acuerdo o el atamán se resistía a abandonar el puesto, el asunto quedaba solucionado con una pelea multitudinaria a puñetazos entre los distintos  bandos. Los que ganaban la pelea eran los que elegían atamán.

Este pueblo vivió feliz, libre y combatiendo por sus ideales hasta que los zares Pedro I y Catalina II de Rusia los persiguieron para acabar desintegrándose.


Fuentes: Tarás Bulba. Gogol.

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